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Capítulo 19

 

A la mañana siguiente Dorothy se despidió con un beso del soldado de los bigotes verdes, que les había acompañado hasta la puerta. Cuando el Guardián de la Puerta volvió a verlos se extrañó mucho de que quisieran abandonar la hermosa ciudad para meterse en nuevos problemas. Pero en seguida les abrió las sus gafas, que volvió a guardar en la caja verde, y les dio muchos buenos deseos para que los llevaran consigo.

"Ahora eres nuestro gobernante -dijo al Espantapájaros-, así que debes volver a nosotros lo antes posible".

"Lo haré, -respondió el Espantapájaros-, pero debo ayudar a Dorothy a volver a casa".

Dorothy se despidió por última vez del bondadoso Guardián:

"He sido tratada muy amablemente en su encantadora ciudad, y todo el mundo ha sido bueno conmigo. No puedo decirle lo agradecida que estoy".

"Nos gustaría que te quedaras con nosotros, pero si es tu deseo volver a Kansas espero que encuentres la manera". Entonces abrió la puerta del muro exterior y comenzaron su viaje.

El sol brillaba intensamente cuando nuestros amigos volvieron sus rostros hacia la Tierra del Sur. Todos estaban de muy buen humor, y reían y charlaban juntos. Dorothy estaba de nuevo llena de esperanza de volver a casa, y el Espantapájaros y el Hombre de Hojalata de serle útiles. En cuanto al León, olfateaba el aire fresco con deleite al encontrarse de nuevo en la naturaleza, y movía la cola de un lado a otro de pura alegría. Mientras tanto, Totó corría a su alrededor y perseguía polillas y mariposas, ladrando alegremente todo el tiempo.

"La vida en la ciudad no me gusta nada", comentó el León mientras caminaban a paso ligero. "He comido muy poca carne desde que vivo allí, y ahora estoy ansioso por tener la oportunidad de mostrar a las otras bestias".

Ahora se volvieron y echaron un último vistazo a la Ciudad Esmeralda. Todo lo que podían ver era una masa de torres y campanarios detrás de los muros verdes, y por encima de todo, las agujas y la cúpula del Palacio de Oz.

"Después de todo, Oz no era un Mago tan malo", dijo el Hombre de Hojalata y sintió que el corazón le traqueteaba en el pecho.

"Supo darme cerebro, y uno muy bueno", dijo el Espantapájaros.

"Si Oz hubiera tomado una dosis del mismo valor que me dio a mí", añadió el León, "hubiera sido un hombre muy valiente".

Dorothy no dijo nada. Oz no había cumplido la promesa que le hizo, pero había hecho todo lo posible, así que ella lo perdonó. Como él mismo dijo, era un buen hombre, aunque fuera un mal mago.

El primer día de viaje fue a través de los verdes campos en donde las brillantes flores se extendían por doquier. Ellos durmieron esa noche sobre la hierba, con nada más que las estrellas sobre sus cabezas, pues el tiempo era además apacible; descansaron muy bien.

Por la mañana siguieron viaje hasta llegar a un espeso bosque. No había manera de rodearlo, pues parecía extenderse hasta donde alcanzaba la vista; y, además, no se atrevían a cambiar de rumbo por miedo a perderse. Así que buscaron el lugar por donde sería más fácil adentrarse en el bosque.

El Espantapájaros, que iba en cabeza, descubrió por fin junto a un gran árbol de ramas anchas un camino para que el grupo entero pudiera pasar. Se adelantó hacia el árbol, pero justo cuando estaba pasando, las enormes ramas se inclinaron y se enroscaron a su alrededor, y al minuto siguiente fue levantado del suelo y arrojado de cabeza junto a sus compañeros de viaje. El árbol podía moverse.

Esto no hirió al Espantapájaros, pero lo sorprendió, y estaba bastante mareado cuando Dorothy lo levantó.

"Aquí hay otro espacio entre los árboles", dijo el León.

"Déjame probar a mí", dijo el Espantapájaros, "porque no me hace daño que me tiren ni que me golpeen, estoy relleno de paja". Mientras hablaba se acercó a otro árbol, pero sus ramas lo agarraron de inmediato y lo arrojaron de nuevo muy lejos.

"¡Esto es muy extraño!", exclamó Dorothy; "¿qué haremos?"

Parece que los árboles han decidido luchar contra nosotros y detener nuestro viaje", comentó el León.

"Creo que lo intentaré yo mismo", dijo el Leñador, y empuñando su hacha, se dirigió hacia el primer árbol que había tratado tan bruscamente al Espantapájaros. Cuando una gran rama se inclinó para agarrarlo, el Leñador le dio un hachazo tan fuerte que la partió en dos. Al instante el árbol empezó a agitar todas sus ramas como si le doliera, y el Leñador de hojalata pasó sano y salvo por debajo.

"¡Vamos!", gritó a los demás; "¡rápido, pasad ahora!"

Todos corrieron hacia adelante y pasaron por debajo del árbol sin herirse, excepto Totó, que fue atrapado por una pequeña rama y aulló pidiendo ayuda. El Leñador cortó rápidamente la rama y liberó al perrito.

Los demás árboles del bosque no hicieron nada para impedirles el paso, así que pensaron que sólo la primera hilera de árboles podía inclinar sus ramas, y que, probablemente y que probablemente estos eran los policías del del bosque, a los que se les había dado este maravilloso poder para mantener a los extraños lejos de él.

Los cuatro viajeros caminaron con facilidad entre los árboles hasta que llegaron a la linde del bosque. Entonces, para su sorpresa, encontraron ante ellos un alto muro blanco. El muro era liso como la superficie de un plato, y más alto que sus cabezas.

"¿Qué haremos ahora?", preguntó Dorothy.

Haré una escalera", dijo el Leñador de hojalata, "así escalaremos el muro".

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Introducción

  Traducción y revisión a cargo de Nadia Piamonte sobre la obra original de Frank Baum Ilustraciones de portada y de interior: W. W. Denslow         recuerda que si te gusta el libro puedes comprarlo en formato papel en AMAZON y que puedes encontrar muchos más libros similares en www.librosabocajarro.com   La tradición popular, las leyendas, los mitos y los cuentos de hadas han acompañado a la infancia a través de los siglos. pues todo joven sano tiene un amor instintivo por las historias fantásticas, maravillosas y manifiestamente irreales. Las hadas aladas de Grimm y Andersen han traído más felicidad a los corazones infantiles que todos los demás cuentos y creaciones humanas. Sin embargo, el cuento de hadas de antaño, tras haber servido durante generaciones, puede clasificarse ahora como "histórico" en la biblioteca infantil. Ha llegado el momento de una serie de nuevos "cuentos maravillosos" en los que ya no estén el genio, el enano y el hada es