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Capítulo 7

 

Aquella noche se vieron obligados a acampar bajo un gran árbol del bosque, pues no había casas cerca. El árbol los protegía del rocío, y el leñador de hojalata cortó un gran tronco. Dorothy encendió un espléndido fuego que la calentó y la hizo sentir menos cansada. Ella y Toto comieron lo que quedaba de su pan, y ahora no sabía qué harían para desayunar.

"Si quieres" dijo el león, "iré al bosque y mataré un ciervo para ti. Puedes asarlo junto al fuego, ya que tus gustos son tan peculiares que prefieres la comida cocinada".


"¡No! Por favor, no", suplicó el leñador de hojalata. "Si matas un pobre ciervo me echaré a llorar y entonces mis mandíbulas volverán a oxidarse".

Pero el León se internó en el bosque y encontró su propia cena. Nadie supo nunca lo que era, porque no lo mencionó. Y el Espantapájaros encontró un árbol lleno de nueces y llenó con ellas la cesta de Dorothy, para que la niña no pasara hambre en mucho tiempo. A Dorothy le pareció muy amable y considerado por parte del Espantapájaros, pero se rió a carcajadas de la de la manera torpe en que la pobre criatura recogía las nueces. Sus manos acolchadas eran tan torpes... Pero al Espantapájaros no le importaba el tiempo que tardara en llenar la cesta, pues le permitía mantenerse alejado del fuego; temía que una chispa saltara y le quemara la paja. Así que se mantuvo a buena distancia de las llamas, y sólo se acercó para cubrir dulcemente a Dorothy con paja seca cuando la niña se tumbó a dormir.

Cuando se hizo de día, la muchacha se bañó la cara en un pequeño riachuelo y poco después todos se pusieron en camino hacia la Ciudad Esmeralda.

Aquel iba a ser un día lleno de acontecimientos para los viajeros. Apenas llevaban una hora caminando cuando vieron ante ellos un gran barranco que cruzaba el camino y dividía el bosque hasta donde alcanzaba la vista. Era un barranco muy ancho, y cuando se arrastraron hasta el borde y miraron pudieron ver que era una grieta muy profunda y había muchas rocas grandes y afiladas en el fondo. Los lados eran tan
empinados que ninguno de ellos podía bajar, y por un momento pareció que su viaje debía terminar.

"¿Qué haremos?" preguntó Dorothy, desesperada.

"No tengo la menor idea", dijo el leñador de hojalata.

El león sacudió su melena desgreñada y se quedó pensativo.

El Espantapájaros dijo:

"No podemos volar, eso es seguro; tampoco podemos bajar a este gran foso. Por lo tanto, si no podemos saltarlo, debemos detenernos donde estamos".

"Yo creo que podría saltarlo", dijo el León Cobarde, después de medir cuidadosamente la distancia en su mente.

"Entonces estamos bien", respondió el Espantapájaros, "porque puedes llevarnos a todos a cuestas en tu espalda, de uno en uno".

"Bueno, lo intentaré", dijo el León. "¿Quién irá primero?

"Yo", declaró el Espantapájaros. "Si se cayera Dorothy, moriría, o el leñador de hojalata quedaría malherido en las rocas de abajo. Pero si yo voy a tu espalda no importará tanto, pues la caída no me herirá en absoluto".

"Yo también tengo mucho miedo de caerme", dijo el León Cobarde, "pero supongo que no hay nada más que hacer que intentarlo. Así que súbete a mi espalda y haremos el intento".

El Espantapájaros se sentó sobre el lomo del León, y la gran bestia caminó hasta el borde del barranco y se agachó.

"¿Por qué no corres y saltas?", preguntó el Espantapájaros.

"Porque no es así como hacemos estas cosas los Leones", contestó. Entonces, dando un gran salto, salió disparado por los aires y aterrizó sano y salvo en el otro lado. Todos se alegraron mucho al ver la facilidad con que lo hizo,vy cuando el espantapájaros se hubo bajado de su espalda, el león volvió a cruzar la gigantesca grieta.

Dorothy pensó que ella sería la siguiente, así que cogió a Totó en brazos y subió a lomos del León, agarrándose fuertemente a su melena con una mano. Al momento siguiente le pareció que volaba por los aires; y luego, antes de que tuviera tiempo de pensar en ello, estaba a salvo en el otro lado. El León volvió por tercera vez y cogió al Leñador de Hojalata, y luego todos se sentaron por unos momentos para que la gran bestia pudiera descansar y recuperar la respiración. El enorme felino jadeaba como un perro grande que ha perdido el aliento tras una larga carrera.


Encontraron el bosque muy espeso en este lado, y parecía oscuro y sombrío. Después de que el León hubo descansado, comenzaron a recorrer el camino de baldosas amarillas, preguntándose en silencio, cada uno en su mente, si alguna vez llegarían al final del bosque y alcanzarían de nuevo el sol radiante. Para aumentar su malestar, no tardaron en oír ruidos extraños en las profundidades del bosque y el León les susurró que era en esta parte del país donde vivían los kalidahs.

"¿Qué son los kalidahs?", preguntó la niña.

"Son bestias monstruosas con cuerpo de oso y cabeza de tigre," respondió el León, "y con garras tan largas y afiladas que
podrían partirme en dos tan fácilmente como yo podría matar a Totó. Siempre he tenido miedo de esas criaturas".

"No me sorprende que lo tengas", respondió Dorothy, "parecen bestias espantosas, también a mí me asustan".

El León estaba a punto de replicar cuando de repente llegaron a otro abismo pero este era tan ancho y profundo que el León supo de inmediato que no podría saltarlo.

Así que se sentaron a pensar qué debían hacer, y después de pensarlo seriamente el Espantapájaros dijo:

"Aquí hay un gran árbol. Si el Leñador de hojalata puede cortarlo para que caiga al otro lado, podremos cruzarlo fácilmente".

"Es una idea excelente", dijo el León.

"Uno casi sospecharía que tienes cerebro en la cabeza, en lugar de paja".

El leñador se puso a trabajar de inmediato, y tan afilada era su hacha que el árbol pronto fue cortado casi por completo. Entonces el León puso sus fuertes patas delanteras contra el árbol y empujó con todas sus fuerzas. El gran árbol se inclinó y cayó con estrépito sobre la enorme grieta, con sus ramas del otro lado. Habían logrado, gracias a la idea del Espantapájaros, el hacha del Leñador y la fuerza del León crear un puente para atravesar el barranco.

Acababan de empezar a cruzar este extraño puente cuando un agudo gruñido les hizo levantar la vista, y para su horror vieron correr hacia ellos dos grandes bestias con cuerpos de oso y cabezas de tigre.

"¡Son los kalidahs!" dijo el León Cobarde, empezando a temblar.

"¡Rápido!" gritó el Espantapájaros, "crucemos".

Dorothy fue la primera, con Totó en brazos; la siguió el leñador de hojalata y el espantapájaros. El León, aunque estaba ciertamente asustado, se volvió para mirar a los kalidahs, y entonces dio un rugido tan fuerte que Dorothy gritó y el Espantapájaros cayó de espaldas, mientras que los monstruos se detuvieron y lo miraron sorprendidos.

Pero, al ver que eran más grandes que el León, y recordando que que ellos eran dos y él sólo uno, los kalidahs se precipitaron de nuevo hacia adelante, y el León cruzó el árbol y se volvió para ver qué harían a continuación. Sin detenerse un instante las fieras también comenzaron a cruzar el árbol, y el León le dijo a Dorothy,

"Estamos perdidos, porque seguramente nos harán pedazos con sus afiladas garras. Pero quédate detrás de mí, y lucharé contra ellos mientras viva".

"¡Un momento!", gritó el Espantapájaros. Había estado pensando y ahora le pidió al leñador que cortara el extremo del árbol que descansaba a su lado de la zanja. El Leñador de hojalata empezó a usar su hacha de inmediato y, justo cuando los dos kalidahs estaban a punto de cruzar, el árbol cayó con un golpe seco. Cuando los dos kalidahs estaban a punto de cruzar, el árbol cayó con estrépito en el abismo, arrastrando a los monstruos que se hicieron pedazos contra las afiladas rocas del fondo.

"Bueno", dijo el León Cobarde, dando un largo suspiro de alivio. Veo que vamos a vivir un poco más, y me alegro de ello, porque debe ser muy incómodo no estar vivo. Esas criaturas de criaturas me asustaron tanto que aún me late el corazón".

"Ah", dijo tristemente el Hombre de Hojalata, "ojalá tuviera un corazón que latiera".


Esta aventura hizo que los viajeros estuvieran más ansiosos que nunca por salir del bosque, y caminaron tan rápido que Dorothy se cansó y tuvo que montar a lomos del León. Para su gran alegría, los árboles se hacían más delgados cuanto más avanzaban, y por la tarde se encontraron con un ancho río, que fluía velozmente justo delante de ellos. Ya podían ver un hermoso paisaje con verdes prados salpicados de flores brillantes y todo el camino de baldosas amarillas estaba bordeado de árboles llenos de deliciosos frutos. Estaban muy contentos de ver esta tierra encantadora ante ellos. Pero antes, debían cruzar el río.

"¿Cómo cruzaremos el río?", preguntó Dorothy.

"Eso es muy fácil", respondió el Espantapájaros. "El Leñador de hojalata puede construirnos una balsa, para que podamos flotar hasta la otra orilla".

El Leñador cogió su hacha y se puso a talar árboles para construir una balsa, y mientras estaba ocupado en esto el Espantapájaros encontró en la orilla del río un árbol lleno de fruta deliciosa. Esto alegró a Dorothy, que no había comido más que nueces en todo el día.

Pero se necesita tiempo para hacer una balsa, incluso cuando uno es tan trabajador e incansable como el leñador de hojalata, y cuando llegó la noche el trabajo no había terminado. Así que encontraron un lugar acogedor bajo los árboles donde durmieron hasta la mañana siguiente.

Dorothy soñaba con la Ciudad Esmeralda y con el buen Mago de Oz, que pronto la devolvería a su hogar.

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Introducción

  Traducción y revisión a cargo de Nadia Piamonte sobre la obra original de Frank Baum Ilustraciones de portada y de interior: W. W. Denslow         recuerda que si te gusta el libro puedes comprarlo en formato papel en AMAZON y que puedes encontrar muchos más libros similares en www.librosabocajarro.com   La tradición popular, las leyendas, los mitos y los cuentos de hadas han acompañado a la infancia a través de los siglos. pues todo joven sano tiene un amor instintivo por las historias fantásticas, maravillosas y manifiestamente irreales. Las hadas aladas de Grimm y Andersen han traído más felicidad a los corazones infantiles que todos los demás cuentos y creaciones humanas. Sin embargo, el cuento de hadas de antaño, tras haber servido durante generaciones, puede clasificarse ahora como "histórico" en la biblioteca infantil. Ha llegado el momento de una serie de nuevos "cuentos maravillosos" en los que ya no estén el genio, el enano y el hada es